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martes, 4 de marzo de 2014

Mi casa es un desastre... y no me importa - Claire McCarthy, M.D. - El Huffington Post


Mi casa es un desastre... y no me importa
Claire McCarthy, M.D.


Mi casa es un desastre... y no me importa

Al final, el otro día, decidí robar algo de mi tiempo y le estuve pasando la aspiradora a mi furgoneta. La verdad es que tenía miedo de que alguien me pidiese que le llevase a algún sitio.

No solo había suciedad, sombreros de todo tipo, un paraguas roto y hojas secas por el suelo; también había trozos de galletitas saladas, palomitas y comida sin identificar entre los asientos. Mis hijos no se quejaban (lo cual estaba bien, pues ellos eran, en gran parte, los responsables del desastre), pero la cosa estaba pasando del desorden a la insalubridad.

Resulta que no somos muy limpios

Nuestra casa está permanentemente patas arriba. No es que nunca limpiemos (de hecho, lo hacemos y, además, cada dos semanas viene alguien a hacer una limpieza a fondo). Pero también es verdad que las superficies (mesas, encimeras, sillas, sofás, suelos) se llenan de libros, periódicos, revistas, abrigos, trabajos del colegio, ropa, juguetes y otros objetos en general. Es su estado natural. No tenemos el síndrome de Diógenes, pero nuestra casa es un poco caótica. Por otra parte, como es antigua, siempre estamos arreglando algo. Digamos que nos va la entropía.

Con seis personas (mi hijo mayor se ha venido a vivir con nosotros), un perro y dos gatos, es difícil mantener la casa limpia... Requeriría un gran esfuerzo. Reconozco que podría llegar del trabajo y quitar todo de encima de la mesa (otra vez) y limpiar los baños (otra vez) y gritar a los niños (otra vez) para que ordenen sus cosas, pero, bueno, prefiero no hacerlo.

Cuando era pequeña, pasaba mucho tiempo con la familia Sheedan. Vivían en nuestro barrio y tenían dos hijas de la misma edad que mi hermana pequeña. El padre era profesor de la universidad, y me contrató para que las cuidara después de la escuela mientras él trabajaba.

Adoraba (y adoro) a esa familia. Se lo pasaban bien juntos y disfrutaban de la vida. Se reían un montón, leían muchos libros, cocinaban platos muy ricos y les encantaba hablar. Hacían que cualquier visitante (incluida yo) se sintiera como en casa. Me lo pasaba muy bien con ellos.



Además, me encantaba su casa. No era elegante, y la iban reformando por partes, pero cualquier rincón de cualquier habitación era bueno para acurrucarse y leer un libro. Tenían una mesa redonda muy grande en la que siempre había lugar para un comensal más. Había dibujos y fotos de familiares y amigos por todas partes, ya fuera enmarcados, pinchados en un corcho o pegados en los armarios. Su casa era tan interesante y acogedora como ellos mismos.

Normalmente, también estaba bastante desordenada. Y a veces incluso bastante sucia.

Pero a mí nunca me importó. El mensaje que ese desorden me transmitía era tenemos otras cosas más importantes que hacer. Si nos sobra tiempo después de hablar, comer juntos, jugar y acabar un libro estupendo, limpiaremos. Si no, puede esperar.

Creo que tiene bastante sentido

Quizás solo estoy poniendo excusas para no sentirme culpable por el estado de mi casa y de mi coche. Es muy posible. Pero, sinceramente, mi tiempo es muy limitado... y al ver a mis hijos crecer, me doy cuenta de lo rápido que se pasa. Siempre intervenimos antes de que las cosas se pongan (demasiado) feas, y la adecentamos para las ocasiones especiales, pero mi casa nunca será portada de la revista CasaDiez.

Así que, si vienes a visitarnos o si te montas en mi coche, espero que no te moleste mucho el desorden. Espero que se te olvide mientras estés con nosotros (y con el perro y los gatitos, pues les encanta jugar con los invitados). Espero que lo que recuerdes es que te has sentido como en casa, y que te lo has pasado bien.

(Traducción de Marina Velasco Serrano)


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Claire McCarthy, M.D. es pediatra en el Boston Children’s Hospital, 
Escuela Médica de Harvard.


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miércoles, 29 de enero de 2014

Claves del pediatra José María Paricio para dormir al bebé con éxito - diario ABC.es


Claves del pediatra José María Paricio
para dormir al bebé con éxito

Existen otros sistemas aparte del
controvertido «método Estivill»


Enseñar a dormir a un bebe... ¿es posible? Se conocen escritos acerca de los remedios para que los bebés duerman que datan de la época romana, así que no lo neguemos: el problema existe, pero no está tan claro que se puedan controlar los despertares nocturnos de un niño durante la primera infancia. Para el pediatra José María Paricio, autor del exitoso libro «Tú eres la mejor madre del mundo», «es como si nos empeñamos en que un bebé de 9 meses controle ya el pipí. Esto de enseñar a dormir a los bebés se basa en una idea falsa. Los bebés no aprenden a dormir. Todos los que están sanos saben cómo dormir sin que se lo enseñen, lo que no saben es cómo queremos los adultos que duerman».

Paricio explica que para condicionar en algo a un animal o persona, se puede hacer con dos tipos de estímulos: positivos o de recompensa (cada vez que haces algo bien, como yo quiero, te premio) y negativos o de castigo. «En mi opinión, son más efectivos y agradables para conseguir la conducta deseada los estímulos de recompensa que los de castigo». «El método conductista para lograr que un bebé que no se quiere dormir lo haga no puede, por lógica, conseguirse de aplicar estímulos positivos (si se duerme le daré pecho o biberón después, o si se duerme le haré una sonrisa que le encantará)», añade.

La guerra de los «métodos»

El método que se aplica para que los niños «aprendan» a dormirse solos tiene dos versiones, denominadas poco sutilmente «extinción estándar» y «extinción gradual». Las dos versiones, prosigue Paricio, «tienen en común varias ideas claras: la noche es para dormir, cada uno duerme en su habitación y nada de tonterías (arrumacos, nanas, etc). De eso nada de nada». La extinción estándar, que Paricio califica de «brusca», es sencilla: cuando el bebé llora porque no se quiere dormir solo, simplemente se le ignora: se cierra la habitación y no se abre hasta la mañana siguiente, llore lo que llore. Dicen estos expertos en sus libros que la primera noche pueden llorar media hora, pero a la siguiente solo un cuarto, a la otra cinco minutos, y a la otra que ya no lloran, han «aprendido» a dormir. «Y parecen tener razón», concluye eventualmente este pediatra.



Para padres con corazones menos rudos, otros expertos más sensibles idearon el método de la extinción gradual: el primer día cuando llore cierras la puerta y te esperas, por ejemplo, cinco minutos. Entonces entras, sin cogerlo le dices que lo quieres mucho y vuelves a salir en menos de un minuto. Lo dejas llorar el doble de tiempo antes de volver a entrar y el dobe de tiempo las siguientes veces hasta que se duerme. La siguiente noche es lo mismo pero con los tiempos incrementados al doble según una tabla de tiempos. El método, con cierta frecuencia, requiere varias semanas de aplicación y refuerzos al pasar el tiempo, o ante cambios en el ambiente (vacaciones) o situaciones especiales (haber estado malito con un catarro).

El método del cariño, mimos, rutinas...

A Paricio estos métodos le parecen una barbaridad. «Me da igual que lo propongan expertos y sociedades de sueño, y que digan que no se han publicado efectos negativos a corto o a largo plazo. Me sobran las explicaciones científicas: dejar llorar a una personita sin atenderla, y nuestros hijos son personas, está mal y creo que no hay que hacerlo. Es más, es reprobable». Para los que no están de acuerdo con estos métodos, Paricio propone «cariño, mimos, rutinas, sentido común y paciencia». «Nada atractivo para un padre ojeroso, derrotado porque no duerme, agotado, y buscando soluciones eficaces y rápidas, lo reconozco», reconoce a ABC.

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Estas son sus propuestas para intentar, al menos, ganar minutos al sueño de nuestro bebé:

—Crear referentes para sincronizar los ritmos del bebé y niño con el día y la noche. La luz, los ruidos y la actividad se asocian al despertar y lo contrario al dormir. Conviene y no es difícil, porque así ocurre normalmente, intentar reproducir esto, tanto al dormir como al despertar, en especial a partir de los 6 meses de edad.

—Pasar un rato en la cama del hijo, contarle un cuento o cantarle una canción que le gusta y conozca.

—Ver que el pañal esté limpio, no taparlo mucho en la cama ni tener la habitación a temperatura superior a 20ºC para que no tenga demasiado calor.

—Se puede aminorar el rechazo a acostarse por la noche en niños mayorcitos de un año controlando la siesta de la tarde sin dejar que sea muy larga ni demasiado tarde, no dando demasiada comida o bebida por la noche a la hora de acostarlo y no viendo la tele tampoco a esas horas.

—Si los padres ven que el niño tiende a dormirse habitualmente media hora o una hora después de la que creéis que es su hora de dormir, puede que tenga algo parecido a lo que los expertos llaman un «retraso de fase», que ocurre, pero más grave, en los adolescentes: se les está acostando antes de que tengan sueño. «Basta en estos casos atrasar esa media hora o una hora, esperar a que aparezcan signos de sueño para ponerlos a dormir y solucionar bastante el problema», recomienda este experto.

—A partir de los dos años la mayoría de los bebés comienzan una fase del desarrollo que se que se caracteriza por la autoafirmación y, por tanto, el negativismo de lo que les viene de fuera. «Basta que les digan algo para decir o hacer lo contrario, su palabra preferida es «no». La solución es ir tanteándoles para que ellos mismos decidan ir a dormirse, a veces funciona hacerles creer que es algo muy divertido, pero no siempre, que saben mucho», sugiere este pediatra.

—Por supuesto, no hay que despreciar ni burlarse de sus temores a quedarse solo; puede que convenga dejar una lucecita encendida o la puerta de la habitación un poco abierta.

—Como entre el primer y quinto año desarrollan estrategias para no quedarse solos, suelen alargar las rutinas del acostarse, pidiendo otro cuento u otro vaso de agua... «Todo va a depender de la paciencia de cada cual y del tiempo que tengamos y lo cansados que estemos; en algún momento se le puede explicar que ya es tarde y ponerse firmes sin dejar de ser cariñosos», propone Paricio.

—Al ir creciendo muchos niños, aunque toleran dormir en sus camas, cuando se despiertan por la noche van a dormir a la cama de sus padres. «Podemos intentar devolverles a su cama explicándoles que hay que descansar, aunque a veces lo más práctico para acabar antes y seguir durmiendo es hacerles un hueco y ya está. Tranquilos, que siempre llega el día en que cada cual acaba durmiendo en su cama».

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sábado, 25 de enero de 2014

María Berrozpe - Los niños no aprenden a dormir. No haga llorar a sus hijos - diario ABC.es


Los niños no aprenden a dormir -
No haga llorar a sus hijos

La autora del «Debate Científico sobre la
realidad del Sueño Infantil» explica
cómo conseguir que los niños duerman
María Berrozpe


Si tiene hijos lo sabrá. Una de las cosas que conlleva es perder la increíble capacidad de disfrutar una noche entera durmiendo a pierna suelta… al menos hasta que pasan unos años. La mayoría de los padres se desesperan, consultan a otros, piden cita al pediatra, incluso algunos hasta los medican (totalmente contraindicado salvo enfermedades diagnosticadas por especialistas).

Algunos padres recurren al método Estivill, un sistema que «enseña» a los niños a dormir y que, según algunos especialistas, a pesar de su eficacia, tiene consecuencias negativas.


María Berrozpe, doctora en Biología, autora del Debate Científico sobre la realidad del Sueño Infantil y coautora de Una Nueva Maternidad y del blog, Reeducando a Mamá, recuerda que hace dos años leyó las declaraciones del doctor Estivill en un periódico asegurando que desde el mundo científico no recibía reproches a su método. «No estoy de acuerdo. En el mundo científico del sueño infantil hay un acalorado debate que ni se puede ni se debe negar a los padres. Desde el cuestionamiento del sueño en solitario o las diferentes técnicas para establecerlo, hasta los factores relacionados con la muerte súbita del lactante, todo está en entredicho y, a día de hoy, hay muy pocas verdades establecidas».


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—¿Aprenden los niños a dormir?

Entendiendo la pregunta literalmente, tengo que decir que no. Todos sabemos dormir, igual que sabemos respirar. El feto ya duerme, como bien explica el mismo doctor Estivill, y evidentemente nadie le ha «enseñado». Lo que sí puede aprender un niño es a dormir en una serie de condiciones establecidas culturalmente. En nuestra cultura aprenderá a dormir metiéndose en la cama, bajo el edredón o sábana y en pijama, por ejemplo. Otros niños dormirán con la ropa del día y en una estera, algunos tienen que aprender a dormir solos, mientras que otros pueden seguir disfrutando de la compañía de sus cuidadores durante el sueño.

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—¿Por qué considera que el método Estivill no es el más adecuado?

Este método tiene en sus mismas raíces un error fundamental: la ciencia del siglo pasado convirtió una costumbre establecida culturalmente, el sueño en solitario de nuestros hijos es una cuestión de salud y ciencia. Los defensores de este método siguen considerando que el niño que a los 6 meses no es capaz de dormir en solitario toda la noche tiene una enfermedad llamada «insomnio infantil por hábitos incorrectos» que si no se soluciona le producirá problemas de sueño en el futuro. Pero hoy está perfectamente demostrado que el sueño en solitario no es imprescindible para tener un sueño saludable. De hecho, es una manera de dormir excepcional para las crías humanas. Hasta el mismo doctor Richard Ferber, mentor del doctor Estivill, acepta el colecho (dormir con los padres) como una práctica perfectamente sana y respetable. Esto no significa que no podamos enseñar a nuestros hijos a dormir en solitario si ese es nuestro deseo. Sólo significa que ya no tenemos excusas (del tipo es por su bien, es para curarle) para forzar este comportamiento mediante un método que implica dejarle llorar, y a una edad a la que el niño todavía no está preparado para asumir esta exigencia cultural. Y no todos los niños lo estarán a la vez. Unos lo lograrán antes y otros después. Lo único cierto es que todos lo harán cuando estén preparados, independientemente de que se hayan aplicado o no este tipo de métodos de adiestramiento, lo que demuestra que, a largo plazo, es absolutamente innecesario.

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—Desde su punto de vista, ¿cómo explica el proceso madurativo del sueño del niño?

El sueño es un proceso evolutivo que se va a adaptando a las necesidades del ser humano. De la misma manera que las características especiales del sueño durante la primera infancia tiene un papel fundamental en el desarrollo del cerebro del bebé, también son un espejo de los cambios que este sufre. El desarrollo del sistema nervioso central que se inicia en la época prenatal continúa en la vida adulta, pero sufre los cambios más dramáticos en los dos primeros años de vida, algo que se ve perfectamente reflejado en el sueño de nuestros hijos.

Hoy se sabe que los fetos ya duermen y, según Rosa Jové, a partir del séptimo mes de embarazo ya tienen claramente dos fases: sueño activo y sueño pasivo. Según esta autora, entre el nacimiento y los 3 meses los bebés dormirán un promedio entre 14-20 horas al día, aunque todavía seguirán un ritmo ultradiano (sin diferenciar el día de la noche). A partir de los 3 meses ya serán capaces de empezar a adquirir el ritmo circadiano (dormir más por la noche que por el día) y la adquisición progresiva de las distintas fases del sueño les irá permitiendo hacer intervalos de sueño cada vez más largos.

Aunque precisamente la adquisición de estas diferentes fases puede traducirse en un mayor número de despertares nocturnos. Hasta los 7 meses el sueño del bebé ha estado en construcción. A partir de los 8 meses entrará en una etapa de maduración y no será hasta los 6 años que se parecerá definitivamente al sueño del adulto. En cuanto a la duración del sueño, en la literatura científica existen tablas estableciendo los percentiles a las diferentes edades, pero parece que todos los autores están de acuerdo a la hora de reconocer la existencia de una enorme variabilidad en la población infantil en cuanto a las necesidades de sueño. A pesar de esto, podemos observar unas tendencias generales en lo que podríamos calificar como un patrón de sueño normal en la niñez:

a.Una disminución progresiva de la duración del sueño diario desde la niñez hasta la adolescencia.

b.Un desplazamiento de la hora de empezar a dormir hacia una hora más tardía, que empieza en la mitad de la niñez y se acelera en la adolescencia.

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—¿Se sabe de manera científica cuáles son las consecuencias de aplicar el método Estivill a los niños?

Hay poca investigación realizada directamente analizando este método, aunque muchos investigadores consideran que los resultados obtenidos al estudiar el efecto del estrés producido por el cuidado materno inadecuado o la separación del bebé de su madre son extrapolables. Muy resumidamente, podemos decir que el desarrollo de los sistemas de respuesta al estrés de estos bebés se ve afectado negativamente, de manera que, en el futuro, tendrán más probabilidades de desarrollar patologías como la depresión o la ansiedad.

También se ve afectado el desarrollo de sus capacidades cognitivas y hay pruebas del impacto sobre el desarrollo del sistema inmune, ya que tendrán más probabilidades de sufrir enfermedades autoinmunes de adultos. Uno de los pocos estudios realizados directamente sobre la aplicación a bebés de una técnica de adiestramiento lo publicó Middlemiss en el año 2012 y demostró algo que a mí me ha impresionado mucho: tras tres días de adiestramiento los bebés ya no lloraban cuando se les dejaba solos, pero los niveles de cortisol (la hormona del estrés) eran tan altos como el primer día (en el que sí lloraban). Por el contrario, en las madres sí se producía una disminución de cortisol al tercer día, comparado con el primero. O sea, las madres, al ver que el bebé ya no lloraba, ya no se estresaban. Pero el bebé, aunque ya no lloraba, seguía sufriendo.

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—Hay muchísima controversia entre este método y el que está en el extremo contrario que es dormir con los hijos en la misma cama (colechar) ¿Presenta riesgos dormir con los hijos? ¿Existen datos científicos que digan que, efectivamente, puede suceder la muerte súbita, por ejemplo?

El colecho actualmente sólo resulta controvertido en su relación con la muerte súbita del lactante y sólo durante los tres primeros meses de vida del bebé. Algunos investigadores consideran que por sí mismo es un factor de riesgo independiente en este tiempo, mientras que otros consideran que no hay evidencias que demuestren esta relación y que la práctica del colecho realizada en unas condiciones seguras no solo no es peligrosa sino que es protectora. Pero estoy hablando del colecho con los menores de tres meses. A partir de ese momento ya no hay controversia: el colecho es considerado absolutamente saludable y respetable.

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—¿Cuándo empiezan, en general, a dormir bien los niños?

Siempre que al bebé sano se le permita dormir en las condiciones que él necesita y se encuentre bien,«dormirá bien». Esto significa que un bebé recién nacido en íntimo contacto con su madre y con continuo acceso a su pecho dormirá de maravilla porque en sus múltiples microdespertares no necesitará desvelarse del todo para tener acceso a su alimento y sentirse protegido y feliz. Un bebé de 6 meses en las mismas condiciones posiblemente también dormirá de maravilla, aunque se despierte de vez en cuando un poquito y coma un par o tres de veces por la noche, que es lo normal a esta edad.

Un niño de dos años colechando con su madre también dormirá de maravilla y, dado su momento del desarrollo, posiblemente la mayoría de las noches dormirá de «un tirón», o sea, que no nos despertará en toda la noche. Si lo que me pregunta es cuándo dormirá bien en las condiciones que nosotros exigimos, pues dependerá de estas condiciones. Si exigimos que duerma bien colechando con nosotros, es posible que duerma bien desde el primer día. Si exigimos que duerma bien solo, en su habitación, sin molestarnos, es posible que lo haga ya a los dos años, pero también es posible que no lo haga hasta los 4 o 5 años o tal vez más tarde. Dependerá de muchos factores. Aplicando el método Estivill posiblemente lo conseguiremos mucho antes pero ¿A qué precio? Es nuestra responsabilidad saber hasta qué punto podemos exigir o no a nuestro hijo para no superar su capacidad natural de adaptarse a esta exigencia cultural. Lo que el pediatra Oskar Jenni llama respetar su «bondad de ajuste». Y es evidente que obligar a nuestro hijo a dejar de reclamarnos a base de no atenderle tal y como él necesita no es respetar su bondad de ajuste personal.

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