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martes, 8 de julio de 2014

EL GRAN ENGAÑO DE LOS CEREALES PARA EL DESAYUNO: DE COMIDA RÁPIDA A DESAYUNO SALUDABLE - en el diario ABC.es


EL GRAN ENGAÑO DE LOS
CEREALES PARA EL DESAYUNO:
DE COMIDA RÁPIDA A DESAYUNO SALUDABLE

en el diario ABC.es


Parecen un alimento sano: en sus cajas informan de que contienen hierro, vitamina B12, vitamina D, vitamina E y ácido fólico, entre otros. Sin embargo, múltiples nutricionistas claman contra ellos: tienen demasiado azúcar y sus bondades no son naturales, sino añadidas. Quizá su máximo exponente sean los Corn Flakes de Kellogg’s por su historia, por su amplia presencia y, sobre todo, por ser buque insignia. Son un clásico. Tal es su aceptación que ya se ha olvidado su origen comercial: el de comida rápida.

El doctor John Harvey Kellogg y su hermano Will Keith Kellogg inventaron los cereales por casualidad en 1894 y pronto se popularizaron entre los pacientes del sanatorio que dirigían. Por ello, en 1906 crearon una empresa para comercializarlos. Eso sí, para asegurarse el éxito, introdujeron algo de azúcar en la receta, que con los años fue en aumento. «Los cereales para el desayuno pronto comenzaron su descenso hacia la tierra baldía nutricional de los cereales azucarados modernos, realizando esfuerzos de marketing dirigidos a los primeros niños del “baby boom” después de la Segunda Guerra Mundial», asegura Heather Arndt Anderson en su libro «Breakfast: A History (The Meals Series)».

Su avance fue imparable: no sólo satisfacía el gusto de los más pequeños —los cereales de General Mills llegaron a tener un 46% de azúcar en 1954, según el experto Andrew F. Smith— , sino que gracias al márketing y a las cambios sociales —la mujeres entraron en el mercado laboral— todos los factores parecían favorecer su trayectoria.

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Puedes leer el texto completo
pinchando en el siguiente enlace.


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martes, 11 de febrero de 2014

La sal que «ocultan» los alimentos - del blog "ABC Salud"


La sal que «ocultan» los alimentos
El 80% del sodio que consumimos
proviene de los productos elaborados


A los españoles nos sobra salero. Y no nos referimos a lo simpáticos que nos ven fuera de nuestras fronteras. Tomamos el doble de la sal diaria recomendada por la OMS, que fija el máximo saludable en 5 gramos al día, lo que cabe en un dedal. El problema a la hora de controlar el consumo es que casi el 80% de la sal que ingerimos es la denominada «oculta» o «invisible», porque se encuentra en los alimentos procesados o en medicamentos. A veces ni siquiera la saboreamos, pero está ahí. Es el caso, por ejemplo, de los cereales de desayuno, del jamón de york, o las pastillas efervescentes.

Es importante fijarse en la etiqueta nutricional de los productos. En la mayoría de los casos, aparece la cantidad de sodio. Si multiplicamos esa cifra por 2,5 obtendremos los gramos de sal. «Enlatados, embutidos, precocinados, salsas y snacks son los grupos de alimentos con mayor contenido en sodio», advierte la doctora Nieves Martell, presidenta de la Sociedad Española de Hipertensión (SEH) y jefa de Servicio de Medicina Interna del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Para reducir el consumo de sal, lo aconsejable es «utilizar como mucho gramo y medio diario en la cocina, optar por alimentos frescos, y pensar que los procesados tienen que restringirse a una toma al día», explica a ABC la doctora Martell. El problema de la sal está en el sodio que contiene, que, en exceso (no debe sobrepasar los dos gramos diarios), eleva la presión arterial, con el riesgo de desarrollar hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares relacionadas, como «infartos, anginas de pecho, ictus, hemorragia cerebral, además de insuficiencia renal o deterioro cognitivo», advierte. No se trata de demonizarla, ya que es fundamental para nuestro organismo, sino de tomarla en su justa medida.

Aumenta la sal «invisible»



La presencia de sal en los alimentos procesados de venta en España ha crecido un 6% con respecto a 2010, sobre todo en platos preparados de carnes y pescados, sucedáneos de angulas, fuet y jamón cocido y, especialmente en bollos y galletas, donde ha aumentado un 118%, de acuerdo a un estudio de la OCU que analizó 209 productos el pasado mes de enero. «Creemos que no se hacen verdaderos esfuerzos para disminuirla. Los productos con más sal tienen más sabor y por eso muchos se resisten a reducir», comenta a ABC la portavoz de la organización, Ileana Izverniceanu.

El estudio alerta de que la presencia de sal en el pan ha crecido un 16% desde 2006, cuando se redujo como consecuencia del acuerdo al que llegaron los fabricantes con la Administración. En diez de los productos analizados, entre los que se encuentran las croquetas y empanadillas, las verduras congeladas y en conserva, caldos, latas de atún y mejillones, pizza, queso fresco, pan de molde y patatas fritas, sí ha bajado. Pero ¿por qué este exceso? No es solo cuestión de sabor. «La mayoría de los alimentos envasados utilizan como conservante el sodio», señala la doctora. Aunque no todos informan de su proporción, a finales de este año, asegura Izverniceanu, será obligatorio que aparezca en la etiqueta nutricional.

Para la presidenta de la SEH sería deseable que existieran rangos máximos para determinados alimentos, como los cereales de desayuno. «Los hay que tienen desde un miligramo de sodio hasta mil miligramos por cada cien gramos de producto», alerta. En otros artículos, como las latas, considera necesario incluir un «semáforo» que informe de si el contenido en sodio es alto, medio o bajo, para facilitar su identificación a los consumidores.

Mito desmontado: La sal no engorda

La sal no «engorda» porque no aporta calorías, por lo que no influye en el aumento de la grasa corporal. «Lo que sí puede incrementar es la retención de líquidos en personas que ya padecen una insuficiencia cardiaca o renal con el consiguiente aumento de peso corporal», explica la doctora Pilar García Durruti, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Grupo HM Hospitales.

Cinco ejemplos de sal «oculta»

El 60% de la sal es cloro, que aporta el sabor salado, y el 40%, sodio. El sodio en exceso es perjudicial para nuestra salud, ya que aumenta la presión arterial. Se deben consumir como máximo dos gramos de sodio al día.

Cantidad de sodio por cada cien gramos de los siguientes productos:
Queso de Burgos: 1.200 miligramos
Jamón de York: 965 miligramos
Cereales con miel: 1.000 miligramos
Pizza de atún congelada: 1.008 miligramos
Salsa de soja: 5.720 miligramos

Fuente: Calculadora nutricional de la SEH. 


miércoles, 29 de enero de 2014

Bollos, galletas y otros productos que han aumentado su contenido en sal - diario ABC.es

Productos con más sal

Bollos, galletas y otros productos que
han aumentado su contenido en sal

La presencia de sal en los alimentos procesados
ha aumentado un 6 por ciento con respecto a 2010,
según la OCU


La presencia de sal en los alimentos procesados que se venden en España ha aumentado un 6 por ciento con respecto a 2010, sobre todo en platos preparados de carnes y pescados, sucedáneos de angulas, fuet y jamón cocido,y especialmente bollos y galletas donde ha aumentado un 118%. Así lo refleja un estudio de la OCU sobre la presencia de sal en 209 alimentos procesados.

El exceso del consumo de sal en la dieta diaria puede suponer un problema de salud, ya que puede producir hipertensión arterial. Los estudios llevados a cabo por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) señalan que los españoles toman el doble de sal (10 g) de la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) (5g) para la población en general. Estos estudios también revelan que el 75% de la sal que tomamos a diario viene de los alimentos procesados.


La organización de consumidores ha analizado en el laboratorio 209 productos elaborados de entre los más habituales en nuestra dieta, como carnes, pescado, pan, patatas fritas, pizza, atún, platos de arroz y pasta entre otros, para estudiar su contenido en sal. Los datos se han comparado con los obtenidos en un estudio similar realizado en 2010, lo que ha permitido comprobar la evolución de la cantidad de sal en los alimentos en los últimos años.



Según los datos de OCU, el contenido de sal en los alimentos ha crecido de media un 6%. Pero la evolución no ha sido similar en todos los grupos de alimentos. En diez de ellos ha bajado el porcentaje de sal: croquetas y empanadillas, verduras congeladas y en conserva, platos de arroz y pasta, caldos cremas y sopas, tomate frito, latas de atún y mejillones, pizza, queso fresco, pan de molde y patatas fritas, mientras que en otros cuatro la sal ha aumentado: platos preparados de carnes y pescados, sucedáneos de angulas, fuet y jamón cocido, y especialmente bollos y galletas donde la sal ha aumentado un 118%.


Mención aparte merece el pan, producto que por su consumo cotidiano supone casi la mitad de la ingesta diaria de sal recomendada (2,2 g). En 2006, la organización comprobó que el porcentaje de sal en el pan se había reducido como consecuencia del acuerdo al que llegaron los fabricantes con la Administración. Sin embargo los resultados del análisis de OCU demuestran que la presencia de sal ha crecido en un 16% respecto a 2006.

Las conclusiones del estudio de OCU son claras: «existe un exceso de sal en los alimentos preparados que a juicio de OCU es evitable». «Si se quiere controlar la cantidad diaria de sal que se consume es necesario reducir el consumo de alimentos procesados por alimentos caseros, más sanos desde este punto de vista», señalan.

Cómo reducir el consumo de sal

Para aquellas personas que necesitan restringir su consumo de sal OCU da una serie de recomendaciones:

-Limitar aquellos alimentos procesados con un alto contenido en sal como pueden ser caldos, cremas y sopas, embutidos, surimi, etc.

-En la información nutricional que aparece en los envases, compare la cantidad de sal entre las distintas marcas, eligiendo aquellas que menos tienen. Si la cantidad viene expresada en sodio, multiplique por 2,5 y tendrá el contenido en sal.

-En las comidas caseras sustituya la sal por ajo, limón, hierbas aromáticas o especias para realzar el sabor.

Por último, OCU recuerda a los fabricantes que «es posible y necesario fabricar alimentos con menos sal, y pide que se pongan de acuerdo para reducir de forma conjunta y paulatina el contenido de sal para contribuir a la mejora de la salud de los consumidores».